lunes, 16 de febrero de 2015

los patagones

l norte de la Patagonia
Distintas poblaciones indígenas habitaron la Patagonia miles de años antes de la llegada de los españoles. Hoy sólo quedan depósitos funerarios, cuevas, escrituras rupestres, lugares de laboreo de piedras o conchillas.

Patagones del norte (meseta patagónica)

Esta zona fue habitada por dos grupos de indígenas muy diferentes entre sí: los tehuelches y los mapuches.

LOS  PATAGONES  O  TEHUELCHES 

La tradición más extendida sobre el nombre de estas tierras y de sus habitantes explica que los españoles que llegaron aquí por primera vez confundieron a los indios tehuelches, altos y fuertes, con auténticos gigantes, y les llamaron Patagones por comparación con un personaje frecuente en las novelas de la época: el gigante Patagón.

La región patagónica estuvo constantemente poblada desde hace unos 12.500 años. A la llegada de los españoles existían dos grupos principales con una frontera aproximada en el río Chubut: hacia el Norte, los GÜNÜN-A-KÜNNA (Tehuelche Septentrionales), hasta los ríos Limay y Negro; hacia el Sur los AONIKENK (Tehuelche Meridionales) hasta el estrecho de Magallanes. En 1520 Hernando Magallanes, en su viaje hacia el estrecho, recaló en Puerto San Julián (50º lat. Sur), en la actual provincia de Santa Cruz, donde ocurrió el primer encuentro con los nativos.

Los Tehuelches (o Patagones) vivían en el sur de la Patagonia, entre el río Santa Cruz y el estrecho de Magallanes. En un tiempo remoto, esos cazadores convivieron con fauna actualmente extinguida como el famoso milodon y el caballo enano. Tienen unas similitudes con los otros indios de Patagonia mas al norte (Mapuches, Pehuelches) con les cuales tenían contactos. Los primeros viajeros anotaron los parecidos en el modo de cazar por ejemplo, con los otros indios que ya conocían : los indios del Río (de La Plata). Su hábitat abarcó las estepas al norte del Estrecho de Magallanes. Se desplazaban tras sus correrías siguiendo a la caza en caballos que habían adquirido de los mapuches. Culturalmente pertenecen a la tradición pampeana Argentina. En sus desplazamientos alcanzaron hasta la actual ciudad de Punta Arenas, donde se supone intercambiaban productos con los kawashkar.

El primero europeo a conocer esos indios australes fue Antonio Pigafetta, cronista de la expedición de Magallanes (1520). Fue el que inicio el mito respecto al gigantismo de los patagones. Como termino medio tenían 1,80 metros de altura. Dice Dumont d'Urville que le impacto 'su enorme ancho de las espaldas, su cabeza ancha y gruesa y sus miembros macizos y vigorosos' destacando que 'constituye una bella raza de hombre, plenos de fuerza y vigor'.

Eran muy diestros con la boleadora, sea de a una, dos o tres bolas. También usaban lanza y arco. Con el hombre blanco llego el caballo, y los tehuelches se convirtieron en jinetes increíbles. Cazaban el guanaco y el ñandú. Tenían (usaban) muchos perros (ruidosos y penosos dijeron los viajeros).
Hablaban un lenguaje gutural, oclusivo y aglutinante. Carlos Vega da los ejemplos siguientes : "no te caigas" se decía "M'huatrhs" ; "es mi mujer" : "Yas ksheh".

Religión:

La creación entre los Tehuelche era atribuida a un ser que siempre existió. En un principio vivía rodeado por densas y obscuras neblinas "allá donde se juntan el cielo y el mar".

Kooch siempre existió, no tuvo nacimiento ni principio. Era como el aire. Nadie podía tocarlo, tampoco existía nadie ni para verlo, ni para tocarlo. Desde el principio de todo, Kooch estaba rodeado de tinieblas. Como vivía solo y rodeado de tinieblas desde la eternidad, nada podía ver y esa situación le entristeció de tal manera que comenzó a llorar largamente, con un llanto profundo e interminable. De las lágrimas que brotaban de sus ojos se formó el mar primitivo, ARROK, primer elemento de la naturaleza, donde comenzó a gestarse la vida para poblar el futuro mundo. Cuando advirtió que el agua brotada de sus ojos seguía en constante aumento, dejó de llorar y dio un profundo suspiro. Ese suspiro originó el viento, que disipando las obscuras neblinas, dio lugar al nacimiento de la claridad "igual que ahora aparece el día después de la noche en el lejano horizonte". Eso le causo gran alegría, despertando sus ansias de seguir creando los restantes elementos que formarían el mundo.

Creó todo con vida, hasta las piedras tienen una forma de vivir. Kooch había creado el mar con sus lagrimas y había disipado las tinieblas a su alrededor, pero a lo lejos continuaban y ello le impedía ver a su mundo desde la distancia aun habiéndose alejado mas y mas, hasta que de pronto alzó la mano realizando un rápido movimiento con que rasgó la oscuridad de la que brotó una gran chispa, la que continuó el giro de su mano, logrando disipar las tinieblas. Pudo entonces ver el maravilloso mundo alumbrado por ella a la que llamó Xaleshen (Sol).

Creados los tres elementos del espacio, el Viento, la Luz y las Nubes, KOOCH hizo surgir del seno del mar primitivo una isla muy grande, sobre la cual creó la vida perecedera, es decir: las aves, los animales, los insectos y los peces. A fin de admirar aquella maravillosa obra de KOOCH, el Sol enviaba luz y calor; las Nubes llevaban la lluvia bienhechora y el Viento se encargaba de crear los pastos.

La vida se desenvolvía en forma pacífica en la isla de la cosmología Tehuelche, hasta que aparecieron los gigantes, seres monstruosos y perversos. Desde esa isla ELAL trasladó a la Patagonia a todos los animalitos que fueron sus fieles amigos, una vez que se instalo en la nueva tierra.

ELAL, es el personaje central de la mítica Tehuelche, más que un dios, es un héroe educador, maestro de la caza y protector.

En la legendaria isla creada por KOOCH, nació ELAL, hijo del gigante NOSHTEX y TEO (Nube).

Fue el Cisne, quien trajo a ELAL siendo aún muy pequeño. El Cisne depositó al niño en la cumbre del Cerro CHALTEN (Fitz Roy) donde durante tres días y tres noches, protegido por las aves, contempló la nueva tierra.

ELAL, fue el creador de los CHONEK (Tehuelche), reveló a los hombres el secreto del fuego, inventor del arco y las flechas, les enseñó el arte de la caza y como seres creados a su semejanza les inculcó algunos principios de moral y conducta.

Finalmente, el ciclo termina con el alejamiento del héroe, que ha cumplido su misión, para dar lugar al hombre sobre la tierra.

ELAL desciende de la montaña, reúne a sus fieles camaradas, les prohíbe que le rindan homenaje alguno y retorna a su Isla llevado por un majestuoso cisne. Es en esa misteriosa Isla donde ELAL aguarda a los CHONEK muertos, que llegan guiados por WENDEUNK, un espíritu tutelar que lleva la cuenta de las acciones de todo Tehuelche.
Se puede distinguir entre los Aonikenk (Tehuelche Meridionales) y los Günün-A-Küna (Tehuelche Septentrionales).

AONIKENK

Tehuelche Meridionales
Constituían bandas poco mayores que las de los Selk'nam, compuestas por varias docenas de familias. Las bandas tenían jefes, y cada una disponía de un territorio propio por el cual migraban estacionalmente. Los jefes tenían escaso poder y una de sus pocas funciones era la de disponer el rumbo de las migraciones y el orden de la caza. Los movimientos faunísticos determinaba los desplazamientos humanos en Patagonia. Esto se reflejaba en los asentamientos de estas comunidades, con su tiempo de veranada e invernada. Sus paraderos de verano se situaban en las proximidades de la cordillera y en sus lagos y los de invierno en la cercanía de la costa. Las migraciones costa-cordillera seguían por lo general los cursos de los ríos patagónicos. En sentido Norte-Sur podemos reconocer dos derroteros: el cordillerano y el costero. Las veredas indígenas se establecían según una necesidad básica: la presencia de cursos o reservorios de agua dulce a los que recurrían para acampar.

Guanacos y Ñandúes eran sus principales animales de caza. Los métodos de caza variaron con el tiempo, a medida que evolucionaba su cultura. Los Tehuelche antiguos cazaban a pie y con arco y flecha. Los arcos de caza eran chicos con cuerda de intestino de guanaco, las flechas igualmente cortas, de caña, con dos o tres plumas y punta de piedra blanca o negra, también de hueso, transportadas en carcaj. Usaban cuchillos de piedra y odres de cuero para el agua.

Luego de la llegada de los españoles (S. XVI) adoptaron el caballo y la actividad de caza se convirtió en ecuestre y masculina, aunque las mujeres participaban formando el cerco que encerraba a las presas. El arma fundamental pasó a ser la boleadora.

Las mujeres se dedicaban a cazar presas menores como zorrinos, maras y quirquinchos. La caza era su medio económico fundamental a la que se añadía la recolección de raíces comestibles y de algunas semillas con las que hacían harina y la consumían tostada o preparando una especie de tortas.

Las prácticas comerciales se constituyeron en una parte importante dentro de los recursos económicos; su auge se debió no sólo a la facilidad para recorrer largas distancias que les posibilitó el caballo, sino también a la atracción que ejercían los productos ofrecidos por los pobladores blancos desde las colonias. En el siglo XIX la dependencia de los productos que ofrecía el blanco era cada vez más importante, y los viajes a Carmen de Patagones y Punta Arenas se convirtieron en el eje del funcionamiento económico. Los asentamientos agrupaban una cantidad mayor de individuos y la territorialidad de las bandas ya no fue tan definida. La caza del guanaco y el ñandú siguió siendo importante como sustento y con fines comerciales.


GÜNÜN-A-KÜNA

Tehuelche Septentrionales
Estos Tehuelche se distinguían fundamentalmente de los Meridionales por su lengua Günün a'ajech. En época ecuestre la frontera entre ambos grupos no fue estable. 

A partir del siglo XVII los Araucanos cruzaron desde el actual Chile, a su región; situación que culminó con la casi desaparición de la cultura Tehuelche Septentrional como tal en las provincias de Buenos Aires, la Pampa y Neuquen hasta el Río Limay, permaneciendo hacia el oeste algunos grupos Günün-a-küna, que sólo se fusionaron con los araucanos después de la avanzada militar del General Villegas en 1886.

De su mitología quedan relatos incompletos, donde se destaca la figura del ELEMGASEM, padre o generador de la raza que vive en una cueva, al que se le atribuye la autoría de las pinturas rupestres.

"Gran animal extraño, cubierto de enorme cáscara, muy gruesa parecida a la de los armadillos actuales. Robaba mujeres y tenía según algunos cara humana y según otros era un hombre de talla gigantesca cubierta la espalda de una enorme coraza."

Los Günün-a-küna tenían un canto dedicado al Elemgasem y decían que era el "dueño" de todos los animales vivientes y que sólo podía ser muerto por el rayo. Raspaban los huesos del Elemgasem (cualquier fósil hallado) y se lo daban a beber a los niños para que sean fuertes y sanos.

Sus Armas más conocidas:
BOLEADORAS
El uso de la bola en Patagonia se remonta a 10.000 años de antigüedad. La boleadora de dos bolas era el arma de caza y combate común de las tribus de la Pampa y Patagonia en el momento de la conquista. La bola de tres piedras, sin embargo era conocida en la región andina desde tiempos precolombinos.

En sus últimos tiempos los tehuelches reutilizaban bolas que solían encontrar en antiguos sitios de asentamiento o cacería utilizados por sus ancestros. En la mitología Tehuelche Septentrional estas bolas halladas eran fabricadas por un enano llamado TACHWÜLL, que tenía su taller en los cañadones o quebradas de las sierras. Continuamente se oía el repiqueteo del enano entregado a su labor, con su uña marcaba el surco de las bolas y procuraba no dejarse ver. Una vez, no obstante, lograron aprehenderlo; pero inmediatamente se nubló y empezó a llover de tal modo y en tanta cantidad, que se vieron obligados a darle libertad, cesando entonces la lluvia.

BOLA PERDIDA
Boleadora de una sola piedra, lisa, aguzada o erizada, la que atada a una correa servía, arrojándola, para herir a la distancia a la presa o al enemigo. También sujeta por el extremo de la correa se la usaba como una especie de maza para la lucha cuerpo a cuerpo.

BOLEADORA DE DOS Y TRES PIEDRAS
A diferencia de la Bola perdida estas boleadoras estaban destinadas a detener o trabar los movimientos de la presa o del enemigo. Las boleadoras se arrojaban a distintas partes del cuerpo , según la especie de la presa a alcanzar: a los yeguarizos y guanacos a las patas y al ñandú al tronco del cuello. La boleadora de dos bolas es la llamada comúnmente ñanducera, compuesta por una bola de piedra o de metal y la manija también de piedra pero mucho más liviana y muchas veces de forma alargada.

Cuando el objetivo era capturar vivo al animal, a los fines de domesticarlo (yeguarizos y vacunos), los tehuelches de épocas recientes utilizaban bolas de madera, más livianas y menos traumatizantes. Para fabricarlas usaban el engrosamiento de las ramas del Ñire (Nothofagus Antarctica) provocado por un hongo (LLao-Llao), aprovechando su forma de esfera achatada.

Para la confección de las correas o torzales se utilizaban tientos de cuero de potro, cogote de guanaco o tendón de pata de ñandú, por lo general retorcidos o trenzados en número de a tres. Para sujetar las piedras provistas de surco se pasaba directamente una tira de cuero alrededor del surco que se ajustaba fuertemente y luego se unía al extremo del torzal. En las bolas lisas el procedimiento era enfundar toda la bola dentro del retobo (forro de cuero).

"...combaten (los indígenas) con arco y flechas y con unas pelotas de piedra redondas como pelota y grandes como el puño, con una cuerda atada que la guía, la cual tiran tan certero, que no hierran a cosa que tiran." (Luis de Ramírez, español, 1528)



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