Murió anoche, a los 84 años
Roberto Galán fue un grande de la televisión
Deleitó a varias generaciones de argentinos
Roberto Galán, que falleció anoche, a los 84 años, en la clínica Bazterrica como consecuencia de un cáncer de próstata, fue una de las figuras más populares de la televisión.
Casi siempre vestido de oscuro -traje cruzado, zapatos de charol, pañuelo restallante en el bolsillo del pecho, nudo corazón en la corbata-, Galán transitó durante muchos años por la radio y por la pantalla chica con su blanca y simpática sonrisa y con ese aire entrador que le había granjeado innumerables admiradores.
Había nacido en el barrio de Palermo y desde su adolescencia, cuando estudiaba en el Colegio Nacional de Avellaneda, se sintió atraído por la noche porteña. Frecuentaba el legendario cabaret Marabú, y allí conoció a muchos personajes de la farándula que lo ayudaron a ingresar como locutor en el programa "La hora ferroviaria", que emitía Radio Porteña.
A pesar de las ofertas que había recibido para continuar en la radiofonía, decidió viajar a París. Tenía 20 años y en la Ciudad Luz se ganó la vida exhibiendo películas argentinas, se hizo amigo de Sacha Guitry, Gérard Phillipe y Marcel Carné, vendió bananas en el Brasil y fue propietario de una boite en Copacabana.
En Caracas se encontró con un Juan Domingo Perón exiliado, y con él compartió pizza, ensaladas de fruta y matchs de boxeo. Acerca de la historia que le adjudica el haberle presentado a Isabelita, Galán siempre la desmintió. A partir de allí, su amistad con el ex presidente argentino se hizo entrañable.
OTRA VEZ EN CASA
De regreso a la Argentina, a principios de la década del sesenta, decidió dedicarse a la música -llegó a grabar el tango "María" con el seudónimo de Roberto Valdez-, pero la flamante televisión lo acogió en su seno. Como presentador de nivel condujo el programa "Cine universal" y comentó los conciertos de Andrés Segovia y Friedrich Gulda. Después vendrían los espacios populares que cimentaron su fama: "Remates en TV", "Compre la orquesta" y "Nace una estrella", por Canal 13, y "Gane y aprenda" y "El show de Roberto Galán", en Canal 9.
El fenómeno Galán hizo eclosión en 1968, cuando debutó por Canal 7 con "Si lo sabe, cante". Era, simplemente, un concurso de aficionados, pero atrajo la atención de una enorme audiencia.
La idea de "Yo me quiero casar, ¿y usted?" le surgió en 1971. Galán se la expuso a Héctor Ricardo García, por entonces titular de Canal 11, y juntos decidieron preparar el terreno para el programa. Desde el principio, el espacio acaparó los más altos ratings.
La gente hacía largas filas para participar del programa y contaba sus historias, a menudo terribles, con una naturalidad impar.
Muchos acusaron a Galán, que hizo casar a una pareja de enanos y a muchos solitarios sin remedio, de mal gusto. Lo llamaron "celestino" y lo criticaron sin piedad. Pero el público lo seguía.
También, con su particular dicción, fue pionero en los programas de denuncia cuando puso en pantalla "Yo busco a un delincuente", ciclo por el que recibió muchas presiones y debió levantarlo. Una dramática época se venía para la Argentina. Y Galán se llevó mal con López Rega y peor con los militares. Pasó largos años en una virtual prohibición.
Pero decidió no decaer y se compró un boliche, Tangolerías, donde presentaba shows y hacía lo mejor que sabía: contar historias. Historias de Buenos Aires, del Café Nacional, de Gardel, del circo Hipodrome y del payaso Frank Brown.
Cuando asumió Bignone la presidencia, le fue levantado el veto a Galán, que se reincorporó a Canal 11, pero su permanencia, también por esas cosas de la política, fue casi efímera. Sin embargo, luego se incorporó a ATC con el programa "Cocinando con Galán", para, posteriormente, retornar con "Si lo sabe, cante", que animó hasta el año pasado por América, emisora que levantó el espacio sin demasiadas explicaciones.
Peronista de siempre, menemista de la primera hora, casado y divorciado seis veces, Roberto Galán poseía esa particular magia de saber atraer multitudes con su aire de dandy y su locuacidad sin rebuscamientos ni intelectualismo.
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