rimeras exploraciones en la Cuenca del Plata
El descubrimiento y las primeras exploraciones de la región del Río de la Plata son un efecto inmediato del descubrimiento del Océano Pacífico realizado por Vasco Nuñez de Balboa en el año l5l3. Efectivamente, desde aquel año fue una preocupación constante de la corona española hallar un paso interoceánico que comunicara el Océano Atlántico con el Océano Pacífico. Aún España mantenía su objetivo inicial de establecer una ruta comercial con el lejano oriente (Japón, China e India). Con esa finalidad comenzaron a proyectarse expediciones navales, dirigiéndolas hacia las costas atlánticas de América de Sur. Portugal comenzó también a planear sus propias expediciones.
Ya hemos visto cómo en el año l500 el marino español Vicente Yañez Pinzón exploró parte de las costas del Brasil. Meses después, en el mismo año, lo haría el portugués Pedro Alvarez Cabral, cuando su expedición se desvió accidentalmente de la ruta que llevaba hacia la India. En el año l5l5 zarpó de España el Piloto Mayor Juan Díaz de Solís con una expedición naval para hallar el paso interoceánico. Recorrió las costas del Brasil y llegó en el año l5l6 al estuario del Río de la Plata, al que llamó Mar Dulce. Solís, con algunos tripulantes, se dirigió hacia la costa del actual República Oriental del Uruguay. Al intentar entablar contacto con los aborígenes son muertos por éstos, a la vista de sus compañeros que observaban el episodio dramático desde las naves fondeadas en el río. Ante tamaño infortunio la expedición debió regresar a España.
En el año l520 cruzó frente al Río de la Plata la expedición de Hernando de Magallanes, la que siguió con éxito hasta el sur, donde halló el paso interoceánico tan buscado.
El descubrimiento y las primeras exploraciones de la región del Río de la Plata son un efecto inmediato del descubrimiento del Océano Pacífico realizado por Vasco Nuñez de Balboa en el año l5l3. Efectivamente, desde aquel año fue una preocupación constante de la corona española hallar un paso interoceánico que comunicara el Océano Atlántico con el Océano Pacífico. Aún España mantenía su objetivo inicial de establecer una ruta comercial con el lejano oriente (Japón, China e India). Con esa finalidad comenzaron a proyectarse expediciones navales, dirigiéndolas hacia las costas atlánticas de América de Sur. Portugal comenzó también a planear sus propias expediciones.
Ya hemos visto cómo en el año l500 el marino español Vicente Yañez Pinzón exploró parte de las costas del Brasil. Meses después, en el mismo año, lo haría el portugués Pedro Alvarez Cabral, cuando su expedición se desvió accidentalmente de la ruta que llevaba hacia la India. En el año l5l5 zarpó de España el Piloto Mayor Juan Díaz de Solís con una expedición naval para hallar el paso interoceánico. Recorrió las costas del Brasil y llegó en el año l5l6 al estuario del Río de la Plata, al que llamó Mar Dulce. Solís, con algunos tripulantes, se dirigió hacia la costa del actual República Oriental del Uruguay. Al intentar entablar contacto con los aborígenes son muertos por éstos, a la vista de sus compañeros que observaban el episodio dramático desde las naves fondeadas en el río. Ante tamaño infortunio la expedición debió regresar a España.
En el año l520 cruzó frente al Río de la Plata la expedición de Hernando de Magallanes, la que siguió con éxito hasta el sur, donde halló el paso interoceánico tan buscado.
Sebastián Caboto remonta el Paraná
En l526 llegó al Río de la Plata otro navegante enviado por España. Era Sebastián Caboto y su misión era la de realizar el mismo recorrido que habían hecho Hernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano. Al llegar a la isla Santa Catalina, frente a las costas del Brasil, se perdió una de las naves principales y Sebastián Caboto se encuentró con Alejo García y otros sobrevivientes de la expedición de Solís, que habían permanecido entre los indios desde l5l6, realizando inclusive una incursión exploratoria que habría llegado hasta el Chaco boreal. Estos españoles relataron a Caboto la existencia de una región en donde abundaban el oro y la plata y a la que era posible llegar remontando los ríos Paraná y Paraguay.
Deslumbrado por los relatos de Alejo García, Sebastián Caboto desistió de la misión que le había encomendado la corona española y decidió unilateralmente explorar la región del Río de la Plata. Luego de recorrer el corto curso del Río de la Plata, ingresó en el río Paraná, fundando en sus márgenes, en la actual provincia argentina de Santa Fe, el fuerte de Sancti Spíritus, primer asentamiento fundado en territorio argentino. Tras dejar un contingente en el fuerte prosiguió la navegación del río Paraná, llegando hasta el sitio que denominó Santa Ana, desde donde descubrieron los esteros del Iberá y entraron en contacto con poblaciones indígenas guaraníes de las que obtuvieron algunas escasas muestras de oro y plata. Las embarcaciones prosiguieron navegando hasta llegar a las correderas de Apipé, accidente del río que les impidió continuar con la exploración. Volvieron sobre el curso del Paraná y remontaron el río Paraguay, buscando la renombrada “Sierra de la Plata”. En plena navegación Sebastián Caboto se cruzó con otro expedicionario que llegaba desde España. Se trataba de Diego García que llegaba al Río de la Plata atraído, al igual que Caboto, por las versiones sobre las riquezas que escondía la región. Atacado el fuerte Sancti Spíritus y destruido totalmente por los indígenas, y visto la imposibilidad de continuar con las exploraciones, Sebastián Caboto y Diego García decidieron regresar a España.
En l526 llegó al Río de la Plata otro navegante enviado por España. Era Sebastián Caboto y su misión era la de realizar el mismo recorrido que habían hecho Hernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano. Al llegar a la isla Santa Catalina, frente a las costas del Brasil, se perdió una de las naves principales y Sebastián Caboto se encuentró con Alejo García y otros sobrevivientes de la expedición de Solís, que habían permanecido entre los indios desde l5l6, realizando inclusive una incursión exploratoria que habría llegado hasta el Chaco boreal. Estos españoles relataron a Caboto la existencia de una región en donde abundaban el oro y la plata y a la que era posible llegar remontando los ríos Paraná y Paraguay.
Deslumbrado por los relatos de Alejo García, Sebastián Caboto desistió de la misión que le había encomendado la corona española y decidió unilateralmente explorar la región del Río de la Plata. Luego de recorrer el corto curso del Río de la Plata, ingresó en el río Paraná, fundando en sus márgenes, en la actual provincia argentina de Santa Fe, el fuerte de Sancti Spíritus, primer asentamiento fundado en territorio argentino. Tras dejar un contingente en el fuerte prosiguió la navegación del río Paraná, llegando hasta el sitio que denominó Santa Ana, desde donde descubrieron los esteros del Iberá y entraron en contacto con poblaciones indígenas guaraníes de las que obtuvieron algunas escasas muestras de oro y plata. Las embarcaciones prosiguieron navegando hasta llegar a las correderas de Apipé, accidente del río que les impidió continuar con la exploración. Volvieron sobre el curso del Paraná y remontaron el río Paraguay, buscando la renombrada “Sierra de la Plata”. En plena navegación Sebastián Caboto se cruzó con otro expedicionario que llegaba desde España. Se trataba de Diego García que llegaba al Río de la Plata atraído, al igual que Caboto, por las versiones sobre las riquezas que escondía la región. Atacado el fuerte Sancti Spíritus y destruido totalmente por los indígenas, y visto la imposibilidad de continuar con las exploraciones, Sebastián Caboto y Diego García decidieron regresar a España.
Pedro de Mendoza en el Río de la Plata
Las noticias llevadas por Caboto y García a España entusiasmaron a la corte española y la impulsaron a organizar una imponente expedición al Río de la Plata. Don Pedro de Mendoza, nombrado Adelantado, fue puesto al frente de la misma. Los l6 barcos y l500 hombres arribaron a la orilla derecha del Río de la Plata a principios del año l536. A Don Pedro de Mendoza se le había encomendado la misión de fundar una ciudad, tres fortalezas, abrir un camino terrestre hacia el Océano Pacífico y evangelizar a los indígenas. España buscaba también contrarrestar las pretensiones portuguesas sobre el Plata, ya que la presencia de navegantes lusitanos en el Río de la Plata se había vuelto insistente luego del frustrado viaje de Solís.
El 2 de febrero de l536 Don Pedro de Mendoza fundó el puerto de Buenos Aires. No tardaron en aflorar algunos graves problemas: faltaban alimentos y era difícil conseguirlos y los indígenas, en un primer momento muy serviciales, se mostraban cada vez más reacios a cooperar a causa de los abusos de los españoles. Al año siguiente de la fundación, Don Pedro de Mendoza, muy enfermo, decidió regresar a España, falleciendo en altamar.
Juan de Ayolas, designado Gobernador por Pedro de Mendoza antes de su partida, remontó el río Paraná y luego el río Paraguay en busca de alimentos y de un lugar más favorable para un asentamiento. En su incursión logró llegar hasta los límites del imperio incaico, pero de regreso pereció con la totalidad de sus hombres en manos de los indígenas que habitaban el curso superior del río Paraguay.
Las noticias llevadas por Caboto y García a España entusiasmaron a la corte española y la impulsaron a organizar una imponente expedición al Río de la Plata. Don Pedro de Mendoza, nombrado Adelantado, fue puesto al frente de la misma. Los l6 barcos y l500 hombres arribaron a la orilla derecha del Río de la Plata a principios del año l536. A Don Pedro de Mendoza se le había encomendado la misión de fundar una ciudad, tres fortalezas, abrir un camino terrestre hacia el Océano Pacífico y evangelizar a los indígenas. España buscaba también contrarrestar las pretensiones portuguesas sobre el Plata, ya que la presencia de navegantes lusitanos en el Río de la Plata se había vuelto insistente luego del frustrado viaje de Solís.
El 2 de febrero de l536 Don Pedro de Mendoza fundó el puerto de Buenos Aires. No tardaron en aflorar algunos graves problemas: faltaban alimentos y era difícil conseguirlos y los indígenas, en un primer momento muy serviciales, se mostraban cada vez más reacios a cooperar a causa de los abusos de los españoles. Al año siguiente de la fundación, Don Pedro de Mendoza, muy enfermo, decidió regresar a España, falleciendo en altamar.
Juan de Ayolas, designado Gobernador por Pedro de Mendoza antes de su partida, remontó el río Paraná y luego el río Paraguay en busca de alimentos y de un lugar más favorable para un asentamiento. En su incursión logró llegar hasta los límites del imperio incaico, pero de regreso pereció con la totalidad de sus hombres en manos de los indígenas que habitaban el curso superior del río Paraguay.
La fundación de Asunción
Un segundo de Ayolas, Juan de Salazar, fundó en la margen izquierda del río Paraguay el puerto de Asunción en agosto de l537. El sitio era muy favorable para un asentamiento. Superaba en este sentido al sitio elegido para la fundación del puerto de Buenos Aires. Los alrededores del puerto de Asunción estaban poblados por varias parcialidades guaraníes que inmediatamente congeniaron con los españoles, originándose una alianza hispano-guaraní. Algunos de los caciques, especialmente los de la parcialidad de los carios, ofrecieron en matrimonio sus hijas a los conquistadores. Estas uniones hicieron surgir entre españoles y guaraníes los lazos de parentesco y la reciprocidad en la producción y en la economía. Los españoles comenzaron a sacar buen provecho de la institución del cuñadazgo, por la cual los hermanos de la esposa debían prestar trabajo gratuito a su cuñado. Ello hizo surgir entre los españoles el hábito de la poligamia, ya que a más esposas, más prestadores de trabajo disponibles. La alianza tuvo también un carácter militar: los ancestrales enemigos de los guaraníes, los guaicurúes que habitaban la orilla opuesta del río Paraguay, se presentaban también como acérrimos enemigos de los españoles. Y la expansión hispánica hacia la región incaica, coincidía también con la expansión de los guaraníes hacia aquella área, a la que llamaban el reino de “Paitití”. El asentamiento prosperó con tal bonanza que en el año l54l el Teniente Gobernador Domingo Martínez de Irala decidió la extinción del puerto de Buenos Aires y el traslado de todo lo que allí había, personas y enseres, a Asunción, la cual quedó convertida en ciudad.
Asunción se convirtió en un importante centro de conquista y colonización de la región de la cuenca del Plata. Desde ella partieron expediciones que realizaron un conjunto de fundaciones que afirmaron la presencia hispánica en la región. Así, Ruy Díaz de Melgarejo fundó Ontiveros, en el Guayrá, en l55l; en l556, también en el Guayrá, Gonzalo de Mendoza fundó Ciudad Real; Nufrio de Chávez, en l56l, camino al Perú, fundó Santa Cruz de la Sierra; en l573 Juan de Garay fundó Santa Fe; en l575, Ruy Díaz de Melgarejo fundó Villarrica del Espíritu Santo; en l580 Juan de Garay fundó la ciudad de Buenos Aires; en l588, Juan Torres de Vera y Aragón, la ciudad de Corrientes. Las fundaciones eran acompañadas con exploraciones de la geografía de la región. En el año l542 Alvar Nuñez Cabeza de Vaca recorrió a pie todo el trayecto que va desde la isla de Santa Catalina, sobre la costa atlántica, hasta la ciudad de Asunción, entrando en contacto con los guaraníes de la región y descubriendo las cataratas del Iguazú. En l56l Alonso de Riquelme realizó un reconocimiento de la región del Guayrá. En l563 Francisco Ortíz de Vergara pudo llegar hasta el río Aguapey. En l598 Hernandarias y Juan de Espinosa recorrieron toda la costa del Paraná, desde su unión con el río Paraguay, hasta la desembocadura del río Aguapey en el Paraná.
Un segundo de Ayolas, Juan de Salazar, fundó en la margen izquierda del río Paraguay el puerto de Asunción en agosto de l537. El sitio era muy favorable para un asentamiento. Superaba en este sentido al sitio elegido para la fundación del puerto de Buenos Aires. Los alrededores del puerto de Asunción estaban poblados por varias parcialidades guaraníes que inmediatamente congeniaron con los españoles, originándose una alianza hispano-guaraní. Algunos de los caciques, especialmente los de la parcialidad de los carios, ofrecieron en matrimonio sus hijas a los conquistadores. Estas uniones hicieron surgir entre españoles y guaraníes los lazos de parentesco y la reciprocidad en la producción y en la economía. Los españoles comenzaron a sacar buen provecho de la institución del cuñadazgo, por la cual los hermanos de la esposa debían prestar trabajo gratuito a su cuñado. Ello hizo surgir entre los españoles el hábito de la poligamia, ya que a más esposas, más prestadores de trabajo disponibles. La alianza tuvo también un carácter militar: los ancestrales enemigos de los guaraníes, los guaicurúes que habitaban la orilla opuesta del río Paraguay, se presentaban también como acérrimos enemigos de los españoles. Y la expansión hispánica hacia la región incaica, coincidía también con la expansión de los guaraníes hacia aquella área, a la que llamaban el reino de “Paitití”. El asentamiento prosperó con tal bonanza que en el año l54l el Teniente Gobernador Domingo Martínez de Irala decidió la extinción del puerto de Buenos Aires y el traslado de todo lo que allí había, personas y enseres, a Asunción, la cual quedó convertida en ciudad.
Asunción se convirtió en un importante centro de conquista y colonización de la región de la cuenca del Plata. Desde ella partieron expediciones que realizaron un conjunto de fundaciones que afirmaron la presencia hispánica en la región. Así, Ruy Díaz de Melgarejo fundó Ontiveros, en el Guayrá, en l55l; en l556, también en el Guayrá, Gonzalo de Mendoza fundó Ciudad Real; Nufrio de Chávez, en l56l, camino al Perú, fundó Santa Cruz de la Sierra; en l573 Juan de Garay fundó Santa Fe; en l575, Ruy Díaz de Melgarejo fundó Villarrica del Espíritu Santo; en l580 Juan de Garay fundó la ciudad de Buenos Aires; en l588, Juan Torres de Vera y Aragón, la ciudad de Corrientes. Las fundaciones eran acompañadas con exploraciones de la geografía de la región. En el año l542 Alvar Nuñez Cabeza de Vaca recorrió a pie todo el trayecto que va desde la isla de Santa Catalina, sobre la costa atlántica, hasta la ciudad de Asunción, entrando en contacto con los guaraníes de la región y descubriendo las cataratas del Iguazú. En l56l Alonso de Riquelme realizó un reconocimiento de la región del Guayrá. En l563 Francisco Ortíz de Vergara pudo llegar hasta el río Aguapey. En l598 Hernandarias y Juan de Espinosa recorrieron toda la costa del Paraná, desde su unión con el río Paraguay, hasta la desembocadura del río Aguapey en el Paraná.
El sometimiento del indio
La armonía del primer instante, producto de las uniones de españoles con mujeres guaraníes, no tardó en romperse. Cuando los asuncenos advirtieron sorpresivamente que el Perú ya había sido conquistado por Francisco Pizarro y Diego de Almagro, la ilusión de las riquezas en oro y plata se esfumaron. Establecida en una región en que la naturaleza no ofrecía la más mínima muestra de metales preciosos, Asunción, al igual que las demás ciudades fundadas, debió definirse necesariamente por la producción agrícola y ganadera. La necesidad de mano de obra fue creciendo a medida que se fundaban nuevas ciudades y la colonización de nuevas tierras avanzaba aceleradamente. Entonces se comenzó a aplicar sobre el indígena el régimen de la encomienda. Grupos de indios guaraníes eran “encomendados” a un español o criollo por gracia del Gobernador y de la corona. En el año los indígenas encomendados debían prestar servicio laboral a su señor durante un mes. Como contraprestación el encomendero debía velar por su bienestar y evangelizarlos. El régimen no tardó en degenerar en una brutal opresión, cuyas notas más sobresalientes fueron el incremento de la mortalidad indígena y luego las rebeliones masivas. El sistema de las encomiendas se aplicó sobre los guaraníes de las ciudades de Asunción, Corrientes, Villa Rica, Ciudad Real.
La armonía del primer instante, producto de las uniones de españoles con mujeres guaraníes, no tardó en romperse. Cuando los asuncenos advirtieron sorpresivamente que el Perú ya había sido conquistado por Francisco Pizarro y Diego de Almagro, la ilusión de las riquezas en oro y plata se esfumaron. Establecida en una región en que la naturaleza no ofrecía la más mínima muestra de metales preciosos, Asunción, al igual que las demás ciudades fundadas, debió definirse necesariamente por la producción agrícola y ganadera. La necesidad de mano de obra fue creciendo a medida que se fundaban nuevas ciudades y la colonización de nuevas tierras avanzaba aceleradamente. Entonces se comenzó a aplicar sobre el indígena el régimen de la encomienda. Grupos de indios guaraníes eran “encomendados” a un español o criollo por gracia del Gobernador y de la corona. En el año los indígenas encomendados debían prestar servicio laboral a su señor durante un mes. Como contraprestación el encomendero debía velar por su bienestar y evangelizarlos. El régimen no tardó en degenerar en una brutal opresión, cuyas notas más sobresalientes fueron el incremento de la mortalidad indígena y luego las rebeliones masivas. El sistema de las encomiendas se aplicó sobre los guaraníes de las ciudades de Asunción, Corrientes, Villa Rica, Ciudad Real.
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