abía una vez una costurera ladrona, coqueta y orgullosa. Tenía la costumbre de quedarse con parte de las ricas telas que le traían para su trabajo. Así se vestía lujosamente y cambiaba de trajes muy a menudo.
Un día fue una mujer muy pobre para que le hiciera un vestido de dos colores, azul y amarillo. La costurera le pidió, como de costumbre, que comprara más cantidad de tela de la que necesitaba. A pesar de que el gasto era grande la mujer cumplió con sacrificio sus indicaciones.
Con lo retazos que le quedaron, la costurera pudo hacerse un precioso vestido azul, de pechera amarilla, y llena de vanidad lo lució en una fiesta.
Pero aquella mujer pobre, que era la Virgen, para castigarla le hizo perder su forma humana y la convirtió en urraca (1). Aún lleva el ave el traje de dos colores que la delató, y sigue siendo, como entonces, ladrona, coqueta y orgullosa.
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