jueves, 5 de marzo de 2015

cuento belga

Tijl Uilenspiegel baila encima de la cuerda



Uno juguetea con las tijeras y ya lo sabe: voy a ser sastre. Otro marca una linea perfectamente recta en el suelo y ya lo sabe: voy a ser arquitecto. Pero el joven Tijl tendió una cuerda de un tejado a otro y ya lo sabía: soy y seguiré siendo Tijl el despreocupado. Yo quiero burlarme de la gente, les quiero tomar el pelo.

Asi cada uno elige lo que quiere ser en la vida, uno cortando trozos de tela, otro trazando lineas bien rectas sobre el papel y otros como Tijl bailar encima de una cuerda floja, con el pie ligero y la mente despreocupada mientras ahi abajo la gente sigue en sus zapatos grandes y pesados y con las dos piernas bien puestas encima de la tierra. Están ahí con la boca abierta, miran hacia arriba, aturdidos y sin entender porque alguien quiere subir tan alto.

Pero la madre de Tijl, que preferia que el fuera arquitecto o sastre, su subio un dia con unas tijeras bien afiladas y le cortó en dos la cuerda en la que Tijl estaba bailando. Ay que risas! Como se reía la gente al ver que el chico de repente pisaba aire y pluuuuuf! se cayo y de repente besaba el suelo.

Pero al dia siguiente apareció otra vez Tijl encima de la cuerda y le gritaba a la gente desde arriba: "Si os quitais todos vuestro zapato izquierdo y lo atáis a una cuerda veréis algo espectacular!" Y asi lo hicieron casi todos. De modo que algunos estaban saltando encima de un pie como pajaros mancos, otros apoyándose unos a otros, hombro contra hombro, para no perder el equilibrio.

Todo el mundo tenia mucha curiosidad en saber lo que Tijl iba a hacer con estos zapatos. Mirad! Aqui estoy yo tranquilamente encima de mi cuerda, gritaba Tijl a la gente de ahi abajo, mientras vosotros os balanceáis y perdéis el equilibrio como si no tuvieráis un suelo fijo debajo de vuestros pies. De repentre sacó unas tijeras de su bolsillo y cortó la cuerda de los zapatos. Ahí van vuestros zapatos! gritó Tijl.

Se sentó cómodamente encima de la cuerda y miraba cómo todo el mundo empezaba a pelearse para recuperar su zapato. Uno llevaba puesto una bota roja y morada mientras que otro llevaba 4 zapatos en la mano y otro daba vueltas en sus calcetines agujereados. Todos los niños se habían quitado los zapatos y no intentaban siquiera recuperarlos. Iban corriendo en circulos, los pies descalzos y pisando charcos.

Que fácil es desequilabraros, pensó Tijl, y con una sonrisa satisfecha se balanceaba de un lado hacia otro encima de su cuerda, arriba, muy arriba encima de los tejados.

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