Luis Franco nació en Belén, Catamarca, un 15 de noviembre de 1898. La ciudad fundada por el Pbro. Bartolomé de Olmos y Aguilera, recibió el nombre en recuerdo de la Virgen del Santuario de Nuestra Señora de Belén de España. Hijo de Luis Antonio Franco y de Balbina Acosta de Franco. Poco antes de terminar la escuela primaria, su familia se trasladó a la capital de la provincia para que sus hermanos mayores y él realizaran los estudios secundarios. Se destacó como alumno en el Colegio Nacional. A la par satisfacía su curiosidad de vida y del mundo a través de los libros. Sus compañeros recordaban que en los partidos de fútbol -Franco por su estatura fue arquero- ojeaba un libro cuando la pelota estaba lejos. Para liberarse del colegio, dio los dos últimos grados en un año y volvió a Belén. Al año siguiente (1918) con sus recién cumplidos diecisiete años, gana el Premio de Honor en el certamen literario “Juegos Florales”, presidido por Jaimes Freyre, con su Oda Primaveral. La prensa del país y la popular revista Caras y Caretascomentaron ese pintoresco episodio ya que, llegado el día en que se entregaban los premios y sin tener noticias del ignoto escritor, éste se presentó, acompañado de un peón, habiendo viajado en lomo de mula durante dos días a la ciudad de Tucumán, para recibir la distinción.
En 1920, publica su primera obra La flauta de caña. Jorge Tula, editor de la revista Pasado y Presente, nos orienta: “A partir de la atmósfera idílica y equilibrada -al modo de poetas clásicos como Teócrito- que rodea su primer y más conocido libro de poemas, La flauta de caña (1920), el poeta mantendrá una postura celebratoria de la existencia en un universo en el que el ser humano es la medida de todas las cosas. Para él, la naturaleza es espacio sagrado por excelencia y el único sitio donde es posible la existencia digna del hombre, que es sagrado, también, en cuanto a su relación con lo circundante, es decir, en armonía con el cosmos”.
ALABANZA
Tomando los latidos del corazón por pauta / te alabarán los ritmos más claros de mi flauta.
Floreció ya tu sangre primaveral de amor / y así tu cuerpo púber en un durazno en flor.
Bajo el percal avisan su vigor y su exacta / curva, tus pechos duros de doncellez intacta.
Un hoyuelo de dicha te hace en cada carrillo / la sonrisa que muestra tus dientes de quesillo.
El verde de los huevos que suele en los rastrojos / dejar la martineta, lo tienen tú en los ojos.
Un orgullo secreto mima tus primaveras / y hace cantar la virgen línea de tus caderas…
Y es plácido lo mismo que el rumor de las aguas / en la acequia, el ligero rumor de tus enaguas.
Y nos dan las albricias de tu carne morena / un olor de albahaca y olor de verbena.
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